Habitadas por la Palabra, trazamos senderos de esperanza en red

Mons. Domenico Pompili

Habitar es típicamente humano. Sólo los seres humanos “habitan”. Como escribía Ivan Illich. “En numerosas lenguas, «vivir»  es sinónimo de «habitar». Preguntar « ¿dónde vives?» significa preguntar cuál es el lugar donde tu existencia  cotidiana forma el mundo. Dime como habitas y te diré quien eres”[1].

Habitar es típicamente humano porque supone una relación consciente -hecha de elecciones, sobre la base de condiciones presentes, y responsables- hecha de relaciones con el ambiente y las personas. Las ciudades italianas, con sus plazas y sus calles transitables a pie (a diferencia de las megalópolis, donde las calles están hechas para ser recorridas en automóviles) son un ejemplo único al mundo de síntesis entre belleza, historia, socialización, donde los “espacios comunes” son tan importantes como los privados.

Como bien saben los antropólogos, el habitar está en relación con una tradición (con los estilos de las viviendas  que se reciben de la propia cultura; con los significados y valores que se “traducen” en las formas y en las prácticas del habitar), pero contempla también la posibilidad  de una “fidelidad creativa” y de innovación. 

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